Wednesday, May 18, 2016

La encrucijada Demócrata

Por Ignacio T. Granados Herrera

En principio, la actual encrucijada del partido Demócrata de los Estados Unidos es desgraciada e increíblemente parecida a la del gobierno cubano; sabe que no tiene salida como estructura políticamente orgánica, pero que acceder a los cambios necesarios con la velocidad requerida es también un acto suicida. En ambos casos vale aclarar que el problema no es del partido sino de sus élites, que es para quienes los cambios son suicida; y que por tanto, como todo ser vivo, se niegan a los mismos, pugnando por mantener el estatus quo. La diferencia radica en que en Cuba el problema es estructural, pero las élites se definen generacionalmente, por lo que la solución sólo se pospone de modo temporal; mientras que en Estados Unidos las élites no se definen por la generación sino por la estructura misma, haciendo que el conflicto sea más inmediato.

Así, esa posposición en Cuba puede dar lugar a la maduración de una alternativa suficiente; que incluso manteniendo la estructuralidad funcional del partido, consiga adecuarlo a la exigencia de los tiempos. En Estados Unidos en cambio, por responder a una definición puramente estructural, la circunstancia es diferente; también lo es el hecho de que el partido mismo es una alternativa, en un sistema bipartidista; que permite la formación incluso inmediata de una sustitución a esa alternativa, sin quebrar la continuidad superestructural del gobierno; en una situación que es impensable en Cuba, donde el partido es único y es por tanto y siempre el de gobierno.

Es por eso que esta semejanza no es funcional sino sólo de principios, pero llamando igual la atención sobre el problema del partido demócrata; que siendo estructural y no generacional, se enfrenta al problema de su propia quiebra, tanto política como ideológicamente. Obviamente, es posible una recuperación del partido, pero sólo luego de un fracaso en su función inmediata; como la imposibilidad de continuar como una alternativa políticamente viable, dada su corrupción ideológica; de modo que termine renovando sus élites, con un alcance también entonces generacional, equivalente a la postulación de un nuevo partido.

Eso sin embargo es menos probable, ya que la inmediatez del conflicto mismo se desarrolla en la formación de otra alternativa; que de hecho habría sido la que pusiera al partido en esta encrucijada, por su crítica sistemática y recurrente. De hecho, el mismo partido demócrata actual es un desprendimiento crítico del republicano; en una circunstancia parecida a la actual, con el conflicto presidencial de Andrew Jackson contra John Quincy Adams. Así, en esta circunstancia concreta, el independentismo liderado por Bernie Sanders ha consistido en la confrontación del estatus quo; que liderado en su elitismo por Hillary Clinton, conduce al partido a su estancamiento, con la corrupción ideológica que significa su nueva deriva hacia el republicanismo tradicional.

También se trata de una encrucijada más radical y violenta de lo que parece, incluso en su extrema madurez; ya que se trataría de la reorganización política de la sociedad, en aras de evitar su feudalización en el corporativismo económico; lo que sólo es posible con su contracción a los principios del capitalismo industrial, por su resolución en el individualismo atómico. La contradicción está en que el capitalismo ya no es industrial sino corporativo; poniendo el conflicto en el otro problema de la posesión de los medios de producción, con la alternativa del capitalismo de estado; que es peligrosa, porque como estatización de la economía, terminaría redundando en la pérdida de derechos civiles e individuales.

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También después de todo, el capitalismo de estado es el corporativismo del llamado socialismo real; que terminando en utópico —con la corrección del entonces llamado utópico a literario— era otra forma de feudalismo. La propuesta es factible no obstante, en tanto el estado no asuma la propiedad sobre los medios de producción, pero sí la facultad de regularlos efectivamente; que es en definitiva el único modo de garantizar el tenso equilibrio del capitalismo como sistema económico, que es precario en su artificiosidad; en tanto convención sobre la cultura como estilo y naturaleza específicamente humana, a la que poder quebrar con una apoteosis.

Esto otro no es descabellado, y es el peligro tras la crisis permanente del constante desarrollo de las élites económicas; cuya regulación ralentizaría ese proceso, de modo que no termine quebrando la precariedad de ese equilibrio dado en las relaciones económicas. Es en este que se organiza la cultura como naturaleza, que es de suyo entonces artificial, y consistente en la serie de convenciones que regulan la existencia misma de la especie; indicando que su desregulación, como liberación máxima de las leyes de mercado, redunda necesariamente en el desequilibrio de dicho orden.

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En esto radicaría entonces la encrucijada mayor del partido demócrata, sólo reflejada en la contradicción de sus élites; que por su extrema convencionalidad como políticas, en su sujeción a las élites económicas, no puede trabajar en función de esa regulación del mercado. Sería de ahí que se originara esta gran contradicción general, un momento que se puede detectar en el mandato del demócrata Bill Clinton; que enmascararía en su excelencia presupuestaria la implementación de los principios de lo que se conociera como la Reaganomic; esto es, el proceso de desregulación de la economía, que diera paso a la gran crisis implosiva del mercado, en con la feudalización de la economía en el corporativismo.

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